Sí, ya sé que es un tema recurrente. Que todo es teoría y cuestión de gustos. Para gustos los colores. En este caso negro. Color de la noche y el misterio, del silencio y el invierno, de la negación. Es el color del abismo, la muerte, la tristeza y como no, de la soledad. Además es el color de los ritos funerarios en nuestra cultura occidental.
Por justicia divina (la mía) tan válida como la de cualquiera, siento la necesidad de constatar aquellas novelas que mejor han cumplido con eso del negro, más que color sentimiento, cólera, odio y tristeza, dolor, ira y rencor, remordimiento, culpabilidad y envidia, violencia, egoísmo y venganza y sobre todo furia, contra lo establecido.
Esto no quiere decir que no haya más de lo dicho, que el resto sea desdeñable, ni mucho menos, pero he tenido la mala suerte de que solo me llegó una pequeña parte del color. Lástima, me gustaría haber probado todo lo bueno, pero el noir ahora es infinito.
Como creo que debo reseñar lo innegable y olvidar lo sombrío, os dejo éstas, para mí, las mejores novelas negras en nuestra lengua que he leído este año, aunque no se hayan publicado en él. Tres, pocas, pero auténticas. Por supuesto que hay más…
- Que de lejos parecen moscas. Kike Ferrari. Edición original en Editorial Amargord. 2011.
- Ya no quedan junglas adonde regresar. Carlos Augusto Casas. MAR editor. 2017.
- Tiempo de ratas. Marc Moreno. Editorial Milenio. 2018.
Disfrútenlas, sin miedo a equivocarse.
Leí «Ya no quedan junglas a donde regresar», que me gustó mucho, pero los otros dos, no. Tomo nota.
Un beso y feliz año.
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Feliz año Rosa
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