A quemarropa. John Boorman. 1967.

La recomendación de esta película no viene porque sí, únicamente por mi deseo de que disfrutéis de un buen film, que lo es. Tiene su rinconcito en la historia del cine por motivos varios, resultando una pieza necesaria para explicar un momento puntual a la hora de considerar nuevas maneras de rodar historias que amplíen horizontes perspectivos.

Película basada en la novela The Hunter de Richard Stark , seudónimo de mi querido Donald E. Westlake, tuvo la suerte de, a pesar de cambiar el nombre de su protagonista Parker, en la novela, por el de Walker, en la película, fue llevada a la pantalla por John Boorman con el título de A quemarropa.

Estas organizaciones criminales no son como las de antaño, un cacique que subordina a la fuerza a sus compinches, sino que ahora son poderosas corporaciones parapetadas tras la legalidad de un empresariado que cuando menos es sospechoso de actividades no muy lícitas, por no decir nada, y que controlan algo más que las tradicionales fuentes de ingresos: drogas y prostitución, para llegar a los ansiados sectores productivos de la sociedad bajo la que deambulamos, tomando el rol de hombres de negocios insertados en estructuras jerarquizadas con políticas de aplicación y control social. Curioso planteamiento nuevamente. El individuo como tal ya no cuenta.

Con los mismos protagonistas que utilizara Donald Siegel en Código del Hampa, rodada en 1964, los grandes Lee Marvin y Angie Dickinson, nos interpretan la traición que sufre Walker por parte de su mujer y su mejor amigo cuando perpetran un atraco. La venganza es el motivo en el que se centra la historia, buscando la reparación y el desagravio, aunque deba enfrentarse a un poderosa organización criminal, jalonando el camino de cadáveres si es preciso, pero nunca ejecutados por él. Nuevamente curioso planteamiento. Las relaciones humanas han sido sustituidas por el poder del dinero.

Cinematográficamente, joder que palabra más larga, nos encontramos con la novedad que aporta esta película, la ruptura del tiempo y del espacio narrativo, utilizando para ello la presencia obsesiva de la cámara con zooms, tomas con teleobjetivos, fondos o primeros planos desenfocados. Se produce una factura formal aplicando un sistema teórico de los llamados «nuevos cines» que intentan renovar el cine americano. Se nos presenta una narración que se encuentra a caballo entre el sueño y la realidad. A quemarropa venía a proponer una nueva manera de abordar los contenidos del género

Boorman utiliza para ello una escritura cinematográfica mucho más libre y antiacadémica, un tratamiento sofisticado, muy Nouvelle Vague, cabeza de lista del cine de la época.

Una película en la que los patrones tradicionales del género tomaron nuevos rumbos.

TÍTULO ORIGINAL: Point Black
AÑO: 1967
DURACIÓN: 92 min.
PAÍS: EE.UU
DIRECTOR: John Boorman
GUIÓN: Alexander Jacobs, David Newhouse (Basado en una novela de Richard Stark, seudónimo de Donald E. Westlake)
MÚSICA: Johnny Mandel
FOTOGRAFÍA: Philip Lathrop
REPARTO: Lee Marvin, Angie Dickinson, Keenan Wynn, John Vernon, Carroll O’Connor, Lloyd Bochner, Michael Strong, Sharon Acker, James B. Sikking.

SINOPSIS: Un hombre es traicionado por su mejor amigo y su esposa cuando recibían en la abandonada prisión de Alcatraz la entrega de una gran cantidad de dinero. Dejándolo herido y dándolo por muerto lo abandonan desangrado en una celda de la famosa penitenciaria. Años después, buscará venganza y su parte del botín; para ello intentará localizar a la pareja en la ciudad de Los Ángeles.

Un diamante al rojo vivo. Peter Yates. 1972

Sí, ya se que empiezo a dar la lata con el Westlake de los coj… Pero si la historia en su vertiente fílmica viene bendecida por el Peter Yates que acababa de estrenar Gullit y que ya planificaba los primeros pasos de Los amigos de Eddie Coyle, se convertía en inevitable y hasta cierto punto inconsciente. La llamada de la sangre.

Utilizando el punto friki que todos poseemos, aunque lo neguéis, me lo pasé enorme con el punto guasón y descarado de esta crook story a veces incluso surrealista. La de la banda dirigida por John Dortmunder en un asunto que pone a prueba su paciencia. De la que tiene que llenar un pozo para conseguir, ilegalidades aparte, el diamante «Balabomo» en litigio entre dos países africanos. El encargo proviene de uno de estos países a través de su embajador en la ONU, Moses Gunn. Aplauso.

Con muchos toques de humor y situaciones que por momentos alcanzan a ser ridículas, con los innumerables absurdos y disparates de lo que se solía llamar «una banda del empastre». Unos individuos con posturas tan tremendamente positivas que rozan la ingenuidad consiguen hacer de un hecho delictivo una aventura como si de las antiguas expediciones africanas se tratara. Yo voy con los ladrones.

Robert Redford ya dotado del aura de pertenencia al celuloide más que a la vida real, encarna a Dortmunder, autónomo y soberano, profesional ante todo, recien salidito de la cárcel, buscándose la vida con un trabajito que le ha buscado su cuñado Kelp (George Segal) . La familia contra más lejos mejor. Completan los sempiternos Ron Leibman, como Murch un alocado y obsesionado conductor y Paul Sand,

Si le añadimos la música de Quincy Jones en sus inicios, «diversión garantizada» como diría el estereotipo . Hay quien la tacha de febril.

¿Por qué yo? Donald E. Westlake. 1983

por_que_yo_Todo_negro_josevi_blender_portadaVolvemos con uno de los maestros de las crook stories. La última de las novelas del maestro Westlake en territorio castellano. Sólo han sido tres novelas publicadas en nuestro idioma: Un diamante al rojo vivo, Atraco al banco y ésta, ¿Por qué yo? y han sido tantas como once sin publicar, todas dedicadas al caco John Archibald Dortmunder. Una pena. Desde aquí hago un llamamiento a las autoridades editoriales de que no alcancen una saga incuestionable para conocer los mejores trabajos de novela negra en general y del catedrático noir D. Donald en particular. Nada de Trump, por si hubiera dudas.

Ladronzuelo y Dortmunder empiezan a parecer de la misma familia semántica. Granuja, pícaro, bribón. Nuestro ladronzuelo, como siempre, sin grandes ostentaciones ni megalómanos proyectos para subsistir. Al menos intencionadamente.

Sin querer, sin poder, levanta a toda una ciudad de Nueva York, a todo unos EE.UU., a todo el planeta. Y es que hasta la diplomacia tiene su parcela en esta novela. Terroristas cooperativos. FBI (los tontos del culo), el jefe de policía de NY y hasta la mismísima hampa se une para darle caza. Y Dormuntder, sin saberlo y sin quererlo tiene a todo el mundo detrás suya.

Todo comienza con uno de sus «trabajillos» que le sustenten en su subsistencia. Roba, sí, pero no sabe que lo que se lleva es una de las grandes joyas internacionales: el Fuego Bizantino, un anillo con el mayor rubí del mundo que los americanos quieren entregar a los turcos como parte de su patrimonio nacional. Un robo sin querer que traerá consecuencias desastrosas. Para todos.

Haciendo gala de su habitual humor negro, Donald Westlake nos introducirá en una loca carrera de todo el mundo, literal, para recuperar el anillo con una historia solo apta para los más aventureros, y alocados lectores que busquen la aventura, el absurdo e incluso la estridencia para pasar un buen rato.

Divertida es poco. Como siempre un tanto surrealista, descabellada y al mismo tiempo improbablemente  letal. Y con una solución acorde con el resto de la trama. Lástima que no tengamos más. Por favor, más Westlake. queda mucho por publicar de Archibald Dortmunder.

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Atraco al banco. Donald E. Westlake. 1972

Nuevamente peripecias, los casos de Dortmunder avanzan por caminos insospechados de difícil vaticinio en escenarios diversos y con acciones audaces.

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Se suscitó una vez una pregunta, que no se aclaró, sobre como denominar al subgénero al que pertenecen las novelas de Dortmunder, ¿capers o crook stories?

Su acepción más adecuada para la novela negra es «travesuras» en el caso de capers e «historias de sinvergüenzas» en el caso de crook stories. Me inclino por la segunda más precisa y mejor equivalente castellana a lo que intenta describir. Aunque travesura también es un sustantivo que le viene bien a esta novela por el carácter desenfadado e improvisado de los sucesos que desarrolla.

Pues eso creo que es, una historia de sinvergüenzas. ¡ Es qué estos tíos no piensan nada bueno ! Ideas que a ningún mortal se le ocurren. Absurdas incluso. Pero divertidas, eso sí. Después de Un diamante al rojo vivo no sabía si estaría de nuevo a la altura, y lo está.

Con casi los mismos personajes tan expresivos, inmersos en un grupo tan pintoresco como disonante, en el que debuta hasta un ex-agente del F.B.I., crea de nuevo una trama que alcanza el delirio con un final apabullante e inesperado. Es, como ya dije, sencillamente genial. La policía está impresionante, el capitán Deemer,  un mal genio tuercebotas al cargo del caso, y un teniente Hepplewhite que debe soportar a su jefe. Oliver y Hardy, vamos.

Como curiosidad, la empresa de seguridad del banco, se llama Agencia Continental de Vigilancia. Parece un guiño a Hammett y a su agente de la Continental que hizo su debut en octubre de 1923 en la revista pulp Black Mask.

De nuevo, lean y diviértanse con esta historia de sinvergüenzas.

Un diamante al rojo vivo. Donald E. Westlake. 1970

Divertida, de ladrones imaginativos, con acción por las calles de Nueva York donde Dortmunder, el cerebro de la banda, realiza sus “trabajos”. No me extraña que la llevaran al cine en 1972 protagonizada por Robert Redford, es casi un guión cinematográfico.

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Los personajes, cada uno más estrambótico. Un militar africano; un loco de los coches que vive con su madre y escucha discos de ruidos de motores; un aficionado a las miniaturas de trenes y cerrajero….sólo Dortmunder conserva el señorío de guante blanco de ladrones de postín en medio de un caos perfectamente controlado,….a veces.

Es una novela sencilla, lineal en el tiempo, sin flashbacks ni artificios literarios, donde una acción se sucede irremediablemente detrás de otras, por mucho que su absurdez vaya en aumento, y donde los personajes,sobre todo Dortmunder, se ven forzados actuar con una gran dosis de osadía.

Por cierto, ésta es la primera novela de la saga de John Dortmunder, que se completa con sólo otras dos: ¿Por qué yo? de 1986 y Atraco al banco de 1987. Además Westlake en 1990 obtuvo una nominación al Oscar al mejor guion por Los timadores obra de Jim Thompson, dirigida por Stephen Frears 

Gracias a Ricardo Bosque por su descubrimiento de este especial personaje.

Lee y ríe. La novela es genialmente sencilla. Y sencillamente genial es Westlake.