Tipos normales en Ciudad Sol.

Josevi_Blender_Carlos_Marto

―Papá, aquí pone que esto lleva…, emulgentes, lectinas, E-471, acidulante E-330, conservante E-202, suero deslactosado, jarabe de sacarosa-glucosa, regulador de acidez E-270 y colorante E-100.

―Cállate de una maldita vez y acábate los putos nachos con queso.

Uno…

      El luminoso del garito apagado. Las letras oscilan ante sus ojos. Una noche larga, muy larga. Sobre él, un cielo lívido y desvaído. Un avión deja, como una antigua cicatriz, la primera estela del día. La primera de muchas. Bosch, detective de homicidios, gabán tres cuartos arrugado, vaqueros gastados, camisa oscura, nudo de la corbata aflojado, botas polvorientas. Cierra la puerta del coche y  centra la vista en la puerta del local. ¿Cerrado? No jodas, hablamos del 38 Especial, un bareto donde los polis de la ciudad se dejan caer, sea la hora que sea, al terminar el turno.

     Dentro, penumbra. Olor picante a 24 horas, cigarrillos, alcohol y al sudor rancio que emanan de nóminas escasas. De fondo la sordina de un viejo televisor. Bernardo, el dueño, masca pan de avena con un café frío a su lado. En la barra, dos hombres beben en silencio, policías, piensan en sus cosas. ¿O no? Quizá simplemente beben.

       Al fondo a la derecha.

      Sentado a una mesa está Rico. Cansado, desaliñado. Botella de whisky y dos vasos. Bosch toma asiento. Se quita la placa del cinturón y la deja en una de las esquinas.

      ¿Más de lo mismo?

      Sí.

      ¿Cuántos van?

      Bosch se sirve dos dedos antes de contestar; diecisiete en lo que va de año.

      Joder…, diecisiete son muchos, son muchos… ¿Críos?

     Asiente; su mujer y su crío. Un taxista. Se despertó de madrugada, fue a la cocina y se preparó un café. Descafeinado, con leche desnatada. Me lo dijo él mismo. ¿Te lo puedes creer? Después, se tomó el puñetero café y fue a las habitaciones. Les rebanó el cuello a su mujer y a su hijo mientras dormían. Nos llamó un vecino. Lo encontró en el portal hasta arriba de sangre. Dice que no se lo explica, que parecía un tipo normal, una familia normal.

      Lo de siempre. ¿Y la prensa?

      ¿La prensa? La prensa no dice una puta mierda.

         Dos…

       Un bocinazo, se revuelve en la cama, maldito cabrón, piensa. Todos los días lo mismo. La noche en esa infernal cantina dejó como recuerdo un insoportable dolor de cabeza que mitiga con una ducha fría.

      Bosch se mira en el espejo mientras se rasura la barba, inconscientemente esboza una sonrisa que surge de sus labios. Recuerda ese anuncio de una póliza de seguros, en  la que el madurito despreocupado de problemas, se pasea entre veinteañeras que parecen admirar su interesante look; el tipo del espejo parece un mendigo y la única veinteañera que se pasea por su apartamento es esa manipuladora y sangrante víbora, que dice ser su hija y que de vez en cuando, se deja caer para pedir algo de pasta.

         Ahora que lo piensa, lleva una semana sin saber nada de ella.

     Abre el armario y se pone una camisa mal planchada y con al menos siete años de servicio. La plancha nunca fue su fuerte, lo odiaba, en realidad era lo que mas odiaba de aquella vida de lobo solitario.

    Después, probablemente el mejor momento del día…seguramente el único buen momento del día. Disfruta, vencido en el sofá con un café solo, mientras se sorprende que el melocotón en almíbar este aun comible; sabe dios las mierdas de conservantes que les ponen, piensa. En el equipo suena el saxo de Gerry Mulligan…, que gran música el Jazz, dice en alta voz, música para perder, música para perdedores. Tal vez es en lo único que gasta algo de dinero. Una vez al mes se deja caer por el centro, compra un disco de jazz y una botella de ron…, con eso tiene bastante.

       Los niñatos de la central se ríen de él: ¿para qué compras música? Y menos esa, no jodas, bájatela de internet, mira, en este pincho caben cientos de canciones. Cientos, abuelo. Incluyendo ese tostón que oyes. Estúpidos, piensa. Olvidarán lo que escuchan y después olvidarán escuchar.

        Hora de largarse. Llama a voces a su hija, quizá esté en su habitación.

        Nada.

        Aunque ya está sereno y calmado, no se siente en condiciones de coger el coche y decide tomar el suburbano. Dentro del vagón observa, chucho taimado; gente con sus preocupaciones, gente triste, gente mal vestida. ¡Diablos¡ ¿Qué fue de aquello de vestir bien? Él, lo solía hacer durante su matrimonio. Se observa en el cristal de la puerta, que ahora, en la penumbra del túnel, parece un espejo siniestro y se pregunta cuándo fue la última vez que invirtió un puto dólar en comprarse algo de ropa; toda esa gente. ¿Qué le ha pasado a esta maldita ciudad? Otro recuerdo le llega entonces con este pensamiento…, un diálogo brillante de aquella maravillosa película, “Chooseme”, cuando el camarero le pregunta a Carradine ―el bueno, no el otro―, “¿es usted nuevo en la ciudad? No,es la ciudad la que ha cambiado”.

        Jódete, ahí lo llevas.

      Tres estaciones más y llegará a la central. Montañas de papeleo y malas caras le esperan. La misma mierda de cada jornada; pero ahora tiene un reto que le mueve, un objetivo:

    Saber que demonios está ocurriendo en la jodida ciudad. Por qué tipos normales, sin antecedentes, se dedican a asesinar a sus seres queridos.

Tres…

    Parque del centro. Media mañana. Bosch sentado en un banco descascarillado. El cemento bajo sus pies emana calor. Las sonrisas impostadas chorrean calle abajo.

      La felicidad se finge.

      Para su rato del almuerzo: petaca y cigarrillos.

     En el cielo de un azul gastado, estelas de condensación persiguiendo aviones diminutos. En el gaznate un gusto metálico. Espera y verás, siempre ocurre lo mismo. Las nubes artificiales se enroscan en raquíticas espirales y chorrean, como en los ojos de un anciano, una pátina oleosa que cubre la ciudad y a sus habitantes.

         ¿Estamos siendo fumigados? Quizá.

         La luz:

         Como el alma de todos ellos, pobre y difusa.

         Suena el teléfono, es Rico.

         Bosch.

        ¿Dónde estás?

        En el parque.

        No se te ocurra moverte, cabrón.

Cuatro…

       Bosch permanece inmóvil. Tufo a alcantarilla, nauseabundo; hace tiempo que no llueve y la mierda soterrada y oculta, lleva días intoxicando el ambiente de la podrida ciudad.

      Tal como Rico le indicó, espera en el parque. ¿Malas noticias? Claro, joder, a qué si no lo de cabrón.

       La voz suena a su espalda, es Rico.

       Bosch, gírate despacio. Las manos donde pueda verlas.

       Se trata de mi hija, ¿verdad? Puta retórica, como el enfermo de cáncer cuando pregunta a su médico; ya conoce la respuesta.

       Sí, Bosch, me temo que si, ahora date la vuelta.

       Rico le apunta con un arma.

       La encontraron hará cosa de una hora y media.

       Algo frío y húmedo, parecido a una lagrima, recorre la mejilla de Bosch.

       Solo dime una cosa Rico, ¿dónde ha estado todo este tiempo?

       En tu casa, ha sido tu vecina quién avisó esta mañana. He visto su cuerpo, Bosch. El olor era insoportable. ¿Cómo has podi…

    Bosch mira al frente, perdido. Ha dejado de escuchar lo que dice su compañero. Sus palabras son un susurro, un eco lejano. Comienza a seguir con la mirada la fachada del edificio que tiene ante si. Poco a poco eleva sus ojos hasta llegar a la azotea. Después, un poco más alla, el cielo, un cielo azul, surcado por una estela, por otra maldita estela.

    ¿Cómo he podido hacerlo?, se pregunta. Soy un tipo normal, solo un tipo normal en Ciudad Sol.


Marto Pariente ya ha publicado su primera novela «Una bala para Riley» Puedes conseguirla aquí: http://www.amazon.es/dp/B010ORBEWQ

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Una bala para Riley. Marto Pariente. 2018.

Corta pero conmovedora historia de breves páginas. Es una novela con dos narradores que cuentan dos historias; una, la personal del tal Riley, y otra, la del caso en el que trabaja. El tal Riley es un detective sin permiso, resuelveasuntos, expresidiario y bebedor, que se ve envuelto en un caso de desaparición sazonada con venganzas, mentiras y manipulaciones en adecuadas dosis. Con tal detective, el elenco se completa con el inspector Salazar, un descreído con motivos, y el Gringo, un asesino a sueldo. Los personajes son buenos, sobre todo el Gringo, un personaje que me recordó a Anton Chigurh, interpretado por Bardem en No es país para viejos.

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Todos ellos tienen un elemento en común, que la caracteriza como muy negra, un desprecio total por la vida, no únicamente por la ajena, sino también por la propia entendida de una manera suicida.

En un ambiente urbano, a camino entre Madrid y Guadalajara, se deambula por polígonos industriales, y un bar de copas, el Bocho, de lo más sordido, regentado por el Gordo Luna, otro personaje que supera la imaginación.

Lo mejor de la novela es la historia de Riley, contada al inicio de algunos capítulos, muy íntima y emotiva, sin embargo me quedé con ganas de conocer con más profundidad algunos personajes.

Y como dice Marto, una novela que no hace prisioneros, y yo añado, y de las que traen la casualidad.