He tenido la suerte de poder visionar el primer capítulo de dos series estrenada a inicios de este 2017. Cardinal, canadiense y Rebecka Martinsson, sueca. Ambas se basan en novelas. Cardinal en la serie del escritor Giles Blunt y su protagonista John Cardinal, y Rebecka Martinsson basada en la abogada protagonista de las novelas de Åsa Larsson, quizá más conocidas que el anterior. Dos series potentes.
Tengo que proclamar mi rechazo natural a las novelas negras de autores de corte nórdico, no me parecen especialmente innovadoras, ni trascendentales, ni ingeniosas, pero cuando llegamos al tema de la imagen la cosa cambia.
Ambas series, a pesar de estar basadas en best-seller que a mi opinión no lo son tanto, gozan de una factura y de la utilización de unos recursos visuales que permiten clasificarlas como de una atracción especial, creando un estilo muy particular y propio. La dirección de fotografía corre a cargo de Petrus Sjövik y Steve Cosens, respectivamente.
La atracción está basada en el paisaje y en como la fotografía apoya una particular manera de tratar lo visual, minimalista, liberando las escenas de elementos accesorios. Muy sobrias, austeras y moderadas.
En el caso de Cardinal, la historia transcurre en pleno invierno, los mantos nevados fagocitan muchos de los componentes de planos generales y reducen los puntos de concentración del espectador donde quiere el director, en lo que es realmente importante y sustantivo de cada escena. Este ambiente, no frio, sino glacial, evita perderse en las cosas secundarias, provoca una sensación de no poder perder el tiempo en llamativas escenas, sino en acercarnos e introducirnos mucho más en el contenido de lo que nos cuentan.
En cambio, con Rebecka Martinsson la trama transcurre en el corto verano del norte de Suecia. Aquí se subrayan los mismos planteamientos estéticos pero cambiando el neutral blanco por el esplendoroso verde de los bosques. Pero logrando el mismo planteamiento de lograr la máxima expresión con los mínimos medios. Masas boscosas alternando con lagos, con carreteras que las recorren como cicatrices del terreno, siendo la sobriedad el elemento común.
Esta misma percepción, aún tratando con paisajes diferentes se consigue gracias a la luz. Una luz tamizada, nórdica que atempera los colores, los vuelve apagados, predominando los pardos, los grises, sin luz directa, sin sombras, y donde la luz artificial juega un papel muy importante.
Esto no quiere decir que ambas series sean iguales, cambia del entorno, urbano, policial y procedimental de Cardinal, al rural, psicológico y sentimental de Rebecka. A elegir, pero ambas muy dignamente conseguidas.
Unas series para disfrutar de unas intenciones cinematográficas alejadas de los canales habituales.