Nunca nadie destrozó igual una novela de mi compadre David Goodis.
A partir de una buena novela se hace un mal guión. Las casualidades en la película me produce la sensación de que me engañan, cuando necesitan una excusa para poder continuar con la historia sucede, ¡que casualidad!, sin ningún tipo de antecedente y lo explican a posteriori para justificarse. El hecho justifica la continuación, y no es la causa de lo que sucede en la película. Artimañas de los guionistas. Falta de verosimilitud.
No todo es malo. Técnicamente, la utilización de la cámara subjetiva durante la mitad de la película para subrayar la psicología del personaje de Bogart es de lo mejor y poco utilizada hasta entonces. Viajamos con él, miramos donde él mira, vemos sus manos como propias. Para mantener todavía más la identificación con el personaje, cuando deja de utilizarse esta cámara subjetiva, Bogart aparece con la cara vendada. Estupenda manera de contar.
Respetando los cánones del cine negro, de sombras y luces, de personajes con destinos difíciles y malditos, incorpora elementos del thriller y el romance. También es destacable la buena utilización de los exteriores a través de una buena fotografía y con ambientes más diurnos que otras películas del género.
Una película diferente. Especialmente atrayente para los coleccionistas de Humphrey y Lauren.
El reparto:
Entre los secundarios dos personajes llaman especialmente la atención:
Recuerdo la cámara subjetiva de «La dama del lago» de Robert Montgomery que me impresionó mucho cuando era jovencita. Interesante, por otra parte, hablar sobre los grandes secundarios que tanto peso tuvieron en el cine negro y en el clásico de Hollywood en general. UN ABRAZO.
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Fueron la dos primeras películas que utilizaron esta herramienta para aumentar la empatización con el personaje.
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